lunes, 12 de abril de 2010

Salta:Fiscal Villalba también pidio perpetua para coroneles Arias y Zirpolo + "Son hijos del dolor y del horror"‏

Pedidos de perpetua para coroneles

El caso Melitón Bustos

El fiscal federal Eduardo Villalba pidió ayer la pena de prisión perpetua para los coroneles retirados Carlos Alberto Arias y Luis Angel Gaspar Gastón Zírpolo, imputados por el secuestro y la desaparición del escribano Aldo Melitón Bustos, ocurrida en la madrugada del 2 de febrero de 1978 en Tartagal. La misma condena habían solicitado los abogados de la familia de la víctima, quienes reclamaron que cumplan su pena en una cárcel común. El primer juicio por crímenes de lesa humanidad de Salta continuará hoy con la palabra de los defensores de los militares.
Melitón Bustos fue secuestrado por un grupo comando en su casa de Tartagal, en el norte salteño, frente a su hijo, que entonces tenía dieciséis años. Raúl Federico Bustos reconoció entre los captores a Arias, ahora imputado como autor material del secuestro. Un segundo testigo, Juan Javier, relató que vio a poco más de treinta metros cuando dos hombres llevaban por la fuerza a un tercero y dijo haber identificado a Arias y al escribano Bustos, sujeto de los hombros, a quienes conocía con anterioridad. Javier declaró que cargaron a Bustos en un Opel color amarillo o naranja. El dato coincide con uno de los autos que utilizaban los grupos de tareas del Regimiento de Infantería de Monte 28 de Tartagal, principal guarnición militar de la región, comandada entonces por Zírpolo, imputado como autor mediato de los delitos.
Los abogados de Sonia y Raúl Bustos, hijos de la víctima, alegaron el lunes. “Lo hicieron desaparecer por sus ideales”, afirmó Tania Kiriaco, quien hizo una semblanza del escribano. David Leiva describió las pruebas y destacó que Zírpolo, como jefe interino del Regimiento 28, dio su apoyo logístico para que se consumara el secuestro del profesional. Citó como testigo al ex jefe de la unidad militar, Roberto Felipe Domínguez, quien declaró que al asumir el cargo, trece días después del secuestro, Zírpolo le informó que Bustos había sido “detenido” y entregado al Destacamento de Inteligencia 143 del Ejército, con sede en Salta. Los letrados acusan a los militares por violación de domicilio, privación ilegítima de la libertad, secuestro y vejámenes, en concurso real con homicidio.
El alegato del fiscal Villalba conmovió a la sala, repleta de familiares de Bustos y de dirigentes de organismos de derechos humanos. El representante del Ministerio Público recordó el testimonio del hijo de la víctima, quien relató que “no había nadie que me ayude”. “No había nadie porque en realidad nadie lo podía ayudar. Durante treinta años no hubo nadie”, destacó, en referencia a la impunidad que imperó durante décadas. Villalba expresó “la certeza de la responsabilidad de los imputados”, reclamó cadena perpetua y motivó los aplausos de la sala de tribunales, donde se desarrolla el juicio desde fines de noviembre.
Luego comenzó a alegar el defensor oficial de Arias, Federico Petrina. Calificó a su defendido como “chivo expiatorio” y sugirió que “estamos creyendo que en la persona de Arias está un Videla, un prototipo del genocida”. Luego barajó dos hipótesis sobre posibles secuestradores: oficiales de Gendarmería o miembros del Destacamento 143. Hoy Petrina concluirá su alegato. Luego será el turno de Pablo Tobío, defensor de Zírpolo.
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Para el representante del Ministerio Público, Melitón Bustos fue víctima de un crimen de lesa humanidad

El fiscal también pidió prisión perpetua para los coroneles


El alegato del funcionario emocionó hasta las lágrimas a los familiares y amigos del escribano desaparecido.
Miércoles 07 de Abril de 2010 Salta Rubén Arenas, El Tribuno
“Nos sentimos reivindicados. Esto es lo que quería escuchar. Me siento orgulloso del padre que tuve”, expresó, emocionada, la abogada Sonia Bustos, la hija menor del desaparecido escribano Melitón Bustos, luego de escuchar el categórico alegato del fiscal Eduardo Villalba, quien, al igual que la querella, pidió que los coroneles (r) Carlos Alberto Arias y Luis Angel Gastón Zírpolo sean condenados a prisión perpetua.

Con la firme convicción de no tener duda acerca de quiénes son los principales autores del secuestro y desaparición del profesional, el representante del Ministerio Público rompió de entrada con el tradicional esquema de los alegatos. “Excelentísimo tribunal tengo probada la responsabilidad de los imputados Arias y Zírpolo en este hecho, el que fue ejecutado dentro del plan estratégico del Gobierno militar para la eliminación de las personas”, disparó Villalba. Y remarcó que a lo largo de este proceso quedó demostrado que la desaparición de Bustos, ocurrida el 2 de febrero de 1978 en la ciudad de Tartagal, fue dispuesta por razones ideológicas. “Por eso lo cesantearon como docente, le negaron la matrícula de escribano, lo amenazaron y lo obligaron a exiliarse”, subrayó.
También ayer inició su defensa el representante legal de uno de los imputados en este proceso.ç

Villalba le dio un valor fundamental al testimonio de Raúl Bustos, quien presenció el secuestro de su padre y reconoció a Arias como uno de los autores. “No hay ningún motivo para pensar que un chico de 16 años acuse gratuitamente a una persona”, dijo. Recordó que en el careo Bustos hijo fue patético cuando le dijo al militar: “Fue usted... no puedo olvidar su rostro, señor”. Para el fiscal, esta frase sintetiza lo que ocurrió aquella madrugada cuando dos personas armadas irrumpieron en su casa y se llevaron a su padre en ropa interior. “La víctima nunca olvida a su captor”, graficó.

Respecto a Zírpolo, Villaba le atribuyó igual responsabilidad que el anterior, porque en su carácter de jefe interino del Regimiento Tartagal proveyó todos los elementos para que se consumara el hecho. Al mismo tiempo, consideró valioso el testimonio del ex jefe de esa unidad militar, Roberto F. Domínguez, quien declaró que fue Zírpolo quien le informó de lo sucedido con la víctima. “Aunque lo niegue, es imposible pensar que no sabía nada”, apuntó. Por lo expuesto, el fiscal pidió que los imputados sean condenados a prisión perpetua. A Zírpolo le adjudicó el rol de “autor mediato” y, subsidiariamente, el de partícipe necesario de homicidio. La misma calificación, pero como autor material, le atribuyó a Arias, “porque prestó una colaboración indispensable para lograr el resultado de muerte del escribano”.

“Son los hijos del dolor y del horror”


El fiscal Eduardo Villalba no solo reivindicó lo figura de Melitón Bustos como hombre público, sino la de su hijo Raúl, quien presenció el secuestro de su padre. “Para un chico de apenas 16 debe haber sido terrible ver cómo se llevaban encapuchado y a punta de pistola su padre”, expresó el funcionario. A su juicio el entonces adolescente “fue víctima de uno de los casos más atroces”. Subrayó que en medio del horror a Bustos hijo le quedó grabada para siempre el rostro del coronel Arias, por eso cuando lo vio casi treinta años después del suceso, inmediatamente lo reconoció. Al mismo tiempo el fiscal lanzó un mensaje para quienes proponen “dar vuelta la página” de esta triste historia que vivió el país. “Los Bustos son los titulares de los derechos humanos y estos son hijos del dolor y del horror”, sentenció.
Villalba también ponderó el trabajo realizado por Heraldo Bustos, quien no escatimó esfuerzos en golpear todas las puertas para localizar a su hermano, con todos los riesgos que eso implicaba entre 1976 y 1982. “Lo suyo ha sido muy valioso y murió triste sin lograr su objetivo”, dijo. De igual manera valoró los testimonios de Héctor Cabot, Roberto Avellaneda, Mario Mimessi, Román Salim, Marcelo O’Connor, entre otros. Todos ellos coincidieron en que Bustos sufrió permanentes amenazas y que todas ellas provenían del Ejército. Además pidió que se inicien acciones legales por falso testimonio contra los militares Petricich, Roqué y Zotlotterer y del ex comisario Nicolás Villalba. En relación a este juicio, Villalba recordó al tribunal que “hay que empezar a cumplir con el compromiso asumido por nuestro país frente a la comunidad jurídica internacional de juzgar los delitos de lesa humanidad”

Fuente: El Tribuno
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Para el fiscal, hay "certeza absoluta" que Zírpolo y Arias son culpables
"Tengo certeza absoluta de que Carlos Arias fue partícipe necesario del secuestro de Aldo Melitón Bustos -el 2 de febrero de 1978 en Tartagal- con la finalidad de eliminarlo físicamente y de que Luis Ángel Zírpolo fue el autor mediato del crimen", concluyó ayer el fiscal Eduardo Villalba, antes de pedir para ambos la prisión perpetua.


Fiscal Eduardo Villalba.

En poco más de una hora Villalba alegó ayer ante el Tribunal que el escribano fue víctima de un plan sistemático de eliminación física de los opositores políticos que llevó adelante el gobierno de facto.
"Cesanteado en sus horas de clase, rechazada su titularidad en el registro notarial, exilado, amenazado, siempre por razones políticas, y finalmente secuestrado y desaparecido. Sufrió una persecución ideológica entre 1976 y 1977 que agentes del Estado nacional realizaban contra los que consideraban oponente políticos. Fue un crimen de lesa humanidad", señaló el funcionario.
Pero Villalba se preguntó porqué Bustos fue considerado un oponente, si hubo testigos que describieron su bondad y solidaridad. Y respondió que parte de la perversidad del plan era la absoluta discrecionalidad para decidir quien era enemigo.

Enseguida, consideró que la dictadura militar de entonces consideraba opositor a toda persona que activa o potencialmente se opusiera a la toma del poder por parte de los militares o a su ejercicio. "Bustos eran simpatizantes del MID y los integrantes del MID estaban sindicadas como opositores potenciales.".
Luego, describió la metodología de las "desapariciones", descrita por la misión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que visitó la Argentina en 1979 y más tarde por la misma Conadep. "En el 62 por ciento de los casos los secuestros se produjeron en las viviendas de los desaparecidos y en horas de la madrugada. Es decir, quienes secuestraron a Bustos lo hicieron con el manual en la mano".

De allí, Villalba focalizó en el secuestro y desaparición de Bustos. "No puede haber sucedido de otra manera. Probada la metodología, probado los autores", dijo refiriéndose a los entonces teniente Arias, oficial del Regimiento de Infantería de Monte y el mayor Zírpolo, que estaba a cargo de la unidad.

En su alegato, el fiscal resaltó la calidad del testimonio de Raúl Federico Bustos, hijo del escribano, quien abrió la puerta a los captores y reconoció, un día después, a Arias como el que lo encañonó y lo puso contra la pared, antes de llevarse a su padre.

Villalba enfatizó que no puede decirse que Raúl Federico acusó a Arias por revancha. "Si hubiera querido tomarse revancha habría sindicado a Arnaldo Bruno, a quien su padre le había señalado alguna vez como responsable de las amenazas que sufría.

O hubiera el nombre de otros dos. Pero sólo dio el nombre de Arias, porque sólo vio a Arias", insistió.

"Está probado que las víctimas nunca olvidan la cara de sus captores. En cambio los captores sí olvidan las de sus víctimas, que siempre son una más en un asqueroso día de trabajo", añadió después.

El alegato de Villalba buscó además responder porqué los familiares de la víctima no dieron el nombre de Arias desde el primer momento, una pregunta que lanzaron desde el primer momento los defensores de los acusados. Y citando a Graciela Fernández Meijide, aseveró que muchas familias ni siquiera hacían las denuncias por temor a que se la sindique como comunista. "¿A quién podía recurrir si eran agentes del Estado los responsables? Por eso estos delitos son imprescriptibles".

Sin embargo, resaltó la denuncia en la policía producida por Eva Ruth Carrillo, la compañera de Bustos, y del propio Raúl Federico. Y el posterior habeas corpus en la que la madre Raúl Federico dijo que su hijo estaba en condición de reconocer a sus secuestradores.

Villalba dedicó después algunos minutos contra Zírpolo. "El hecho se produjo cuando era el jefe del Regimiento y en una organización vertical como el Ejército un operativo de esta envergadura -según reconocieron incluso testigos militares- no podía hacerse sin su consentimiento".

Recalcó el testimonio del entonces teniente general Felipe Domínguez, quien declaró en la instrucción que el propio Zírpolo le dijo que Bustos había sido detenido por personal del Regimiento de Infantería que estaba a su cargo. "Podría haberlo negado pero, a pesar de que iba a terminar imputado, Domínguez lo dijo. Y lo dijo porque era verdad".

Villalba desacreditó las objeciones que la defensa hizo sobre la fotocopia de la "nota objeto" en la que Domínguez informó a la V Brigada de la suerte de Bustos. "Se dijo aquí que no tenía el sello escalera en la que debían figurar todos los que intervinieron en su elaboración. Y no hubo sello escalera porque se sabía de qué se trataba nadie quería quedar involucrado". "Señores jueces, concluyó Villalba, los derechos humanos no son de derecha ni de izquierda. Son hijo del dolor", remarcó. Y la mayoría de la sala lo aplaudió.
Fuente: Nuevo Diario de Salta


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tucuman
Las audiencias se  reabren a las 9
JUICIO EX JEFATURA DE POLICÍA

Un testigo identificó a De Cándido como uno de los policías represores

Un testigo que estuvo casi 40 días detenido en la ex Jefatura de Policía identificó –a través de las fotos impresas en los legajos de captores- al imputado Luis De Cándido como uno de los policías –al que llamaba “El Cordobés”- que estuvo en los interrogatorios en ese centro clandestino de detención. También dijo que vio a Bussi, Zimmermann y a “El Tuerto” Albornoz. Pedirán informes a la Jefatura de Policía, al Rectorado de la UNT y al Registro Civil.

Albornoz y De Cándido, estuvieron presentes en la sala durante el relato del ex guardiaparque.
Con el peso de sus 65 años y el dolor de recordar la etapa más negra de su vida, el testigo Demetrio Chamatropulos relató esta mañana cómo vivió los casi 40 días que estuvo secuestrado en la ex Jefatura de Policía e identificó a través de un reconocimiento fotográfico al imputado Luis De Cándido –presente en la sala de audiencias- como uno de los policías que participó de los interrogatorios de tortura en ese centro clandestino de detención, en el marco del juicio oral y público que se sigue por los delitos de lesa humanidad cometidos en ese lugar durante la última dictadura militar.
En su testimonio, Chamatropulos nombró –aclarando que no conocía su nombre-en reiteradas oportunidades a “El Cordobés” entre los ex policías que estaban al mando de los detenidos en cautiverio en la ex Jefatura. Esto motivó al abogado querellante de Familiares de Desaparecidos de Tucumán (Fadetuc), Emilio Guagnini, pedirle al Tribunal que se le exhiban al testigo los legajos de los imputados para que reconozca a “El Cordobés”, hecho que se concretó luego con la observación de los querellantes y los abogados defensores. “Tengo entre el 80% y el 85% de seguridad de que el es “El Cordobés”, pero no lo puedo afirmar un 100%”, dijo frente al Tribunal Oral Federal, mientras se le exhibía uno de tres legajos. En el primero (correspondía a Carlos De Cándido) dijo creer que se trataba de Clemente, otro ex oficial, mientras que en el último (era Albornoz), no dio nombres.
El reconocimiento de De Cándido por parte del guardaparque nacional generó duros cruces entre los querellantes y el abogado del ex policía, el defensor Público Oficial, Ciro Vicente Lo Pinto. Este último, después del hecho, planteó la nulidad del renacimiento por el incumplimiento del artículo 274 del Código Procesal Penal (CCP), e inmediatamente el fiscal general federal Miguel Terraf pidió al TOF que sea rechazado in limine porque el plante no se hizo en el momento oportuno y citó lo dispuesto por el artículo 170 del CCP. La decisión del TOF estuvo dividida. El presidente Carlos Jiménez Montilla votó en disidencia, mientras que Gabriel Casas y Josefina Curi votaron a favor de la medida.
Chamatropulos fue secuestrado el 5 de mayo de 1997 mientras bajaba en su vehículo del cerro San Javier, por un grupo de encapuchados. Luego fue llevado a la ex Jefatura, donde lo golpearon y torturaron. Allí estuvo casi 40 días y fue liberado. “Me quedó en la memoria el grito de dolor de las mujeres que eran torturadas de noche”, contó y aseguró que en ese lugar vio a Antonio Domingo Bussi, Alberto Zimmermann y a Albornoz. Nacido en Buenos Aires, el ex guardiaparque nacional vivía en la Residencia Universitaria de San Javier junto a su familia.
En respuesta al pedido del abogado Guagnini, el TOF también ordenó que se libre un oficio a la Jefatura de Policía para que se informe quien estuvo al frente de la comisaría de la localidad de La Esquina entre 1979 y 1981. Según relató Chamatropulos, el mismo “Cordobés” le contó que fue el comisario de esa dependencia en 1979. Luego, Terraf leyó que consta en el legajo que De Cándido ocupó ese cargo en ese año.
El Tribunal también pedirá al Rectorado de la UNT los nombres de personal que prestó tareas en el Servicio de Seguridad de la institución entre 1976 y 1980. Además, solicitará al Registro Civil el acta de nacimiento de “El Tuerto” Albornoz, Miguel Armando Albornoz y la de sus respectivos padres. La medida surgió luego de que Chamatropulos aseguró que identificó a Albornoz porque sabía que era primo de su amigo Miguel, quien era tesorero del Instituto Miguel Lillo.
Con respecto a la UNT, el testigo dijo que fue secuestrado por orden de Ismael Hauche, quien habría cumplido funciones como personal de Inteligencia.
Fuente: Primera Fuente
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Eduardo Ramos, el periodista que nunca más pudo contar la historia
Maurice Jeger y Eduardo Ramos (derecha) son los dos periodistas desaparecidos durante los años negros de los ´70, en la provincia.
A los 19 años, el periodista Eduardo Ramos ya estaba casado con Alicia Cerrota y era un sólido intelectual que había trabajado en los diarios Noticias y La Tarde. El 1 de noviembre de 1976, cuando tenía 21 años y tras ser despedido de Canal 10, el hombre que amaba su profesión hasta la exasperación, fue secuestrado de su casa junto a su esposa y pasó a formar parte de la lista de desaparecidos durante la dictadura en Argentina. Eran épocas de veredas limpias, cordones blancos, palmeras y miedo. Épocas en las que los hombres de botas prometían: “Caerán los que simpatizan y los que se les parecen”. El recuerdo de su padre, el periodista Pedro Ramos y sus amigos.

Eduardo Ramos era un niño cuando bajaba por una pendiente de la mano de su abuelo, un hombre sencillo al que le preguntó: ¿por qué este camino me hace correr? Acaso desde esa inocencia presintió que su vida sería una carrera: a los 14 años ganaba premios de poesía, a los 19 ya estaba casado y era un sólido intelectual que había pasado por los diarios Noticias y La Tarde. Después de ser despedido en 1976 de Canal 10, y cuando tenía 21 años, fue secuestrado de su casa junto a su esposa y pasó a formar parte de la lista de desaparecidos durante la dictadura en Argentina.
Segundo hijo de cinco hermanos, antes de elegir al periodismo como medio de vida, “El Pollo”, como lo llamaban sus familiares y amigos, había logrado a temprana edad una solvencia intelectual fruto de su insaciable lectura. Siendo todavía un niño y a había buceado compasión las obras fundamentales de César Vallejo: Trilce, Los Heraldos Negros y Poemas Humanos, y tanto llegó a admirar al poeta peruano, que de ahí en adelante firmaría sus trabajos poéticos como Trilce. Tuvo contacto, además, en tempranas tertulias con personajes entrañables par su familia como Walter Adet, Jacobo Regen, Rogelio Ramos Signes, Alberto Rojas Paz, “y es en ese clima de poetas, músicos y pintores en el que se convierte en un soñador”, dirá su entorno.
Fue durante su cursado en al escuela de Agricultura cuando obtuvo –dos veces- el primer premio de poesía en concursos organizados por la Universidad Nacional de Tucumán. Y por su necesidad de dedicarse con más tiempo a su profesión, rindió el último año libre del secundario y comenzó a sumergirse hasta el fondo, mar adentro, en el mundo del periodismo. Sus primeros pasos profesionales los dio en el Diario Noticias, donde trabajaba junto a su padre Pedro Ramos, un destacado hombre de prensa; después ingresa en el diario La Tarde, el vespertino de La Gaceta, y unos meses después, con 19 años y recién casado con Alicia Cerrota, pasa al equipo de Canal 10.
“Hicimos algunas notas con personajes de la ciudad –recuerda Pedro, su padre- y encajábamos perfectamente porque era un niño con una tremenda madurez”. Su hermana Ana lo describe como un apasionado total: “En la forma de vivir, de relacionarse, vehemente con lo que pensaba y sentía. Se caracterizaba por su creatividad, por su capacidad. Y, antes que nada, era un autodidacta que se mostraba con crudeza en sus poemas. Ahí está lo que sentía”.
Dicen sus familiares que Eduardo era un muchacho de contextura atlética que pese a que nunca vio en los deportes el menor atractivo, que gesticulaba con las manos y que tenía la estampa de un muchacho tranquilo y conciliador. Tal vez su imagen de intelectual bajaba de los gruesos y aparatosos anteojos que usaba desde los seis años. “Hasta se metía en la pileta sin darse cuenta que los tenía puestos”, rememora su padre entre los destellos felices que llegan como olas apacibles.
Su hermana compinche, que fue Ana y quien tenía 14 cuando perdió a su hermano, narra que Eduardo siempre encontraba humor en situaciones que para otros pasan desapercibidas. “Era una mezcla de hombre con niño. Y no lo digo porque esté desaparecido, se ponía a jugar en la puerta de la casa con su perrita. La Piojo –una fox terrier que nunca tampoco supimos qué pasó con ella- y se revolcaba como un chico”.
Si bien el periodista –cuyo nombre puede leerse en una calle tucumana como una forma de homenaje-, estaba relacionado con los gremios, no fue un activo militante. Dato que confirma la misma Ana, quien asiente que su hermano siempre actuó en defensa de los trabajadores y de la vida. “Defendía la libertad de pensamiento, pero no militaba en ningún partido. Era simplemente un muchacho solidario”. Lo mismo dice el ahora fotógrafo Hugo Heredia, entrañable amigo, ex compañero de Eduardo. “Vivimos un tiempo en una pensión y jamás hizo mención sobre la intención de irse, porque nunca pensamos que la historia nos podría alcanzar de esa manera. Teníamos en claro lo que pasaba y no pensábamos que la solución pasara por una revolución armada”, recuerda con frases que salen intermitentes: el dolor regresa para él impacable después de 30 años. Pero lo consuela saber que su amigo fue “un ser humano lindo, capaz, intelectual, tranquilo con el que nos divertíamos mucho”.
La Persecución
Aunque el golpe militar se produce en el ´76, la “limpieza ideológica” ya estaba instalada desde comienzos de los ´70 en Tucumán bajo la conducción de Acdel Vilas, general de la Brigada y Jefe del Operativo Independencia. Fue por esos años que ya comenzaron las desapariciones y el enrarecimiento del clima político. Acostumbrados a las intervenciones, los militares lo hicieron con Canal10, donde arribó un personaje supuestamente de seguridad, más conocido como “Cabo Sabino”. Los allegados a Eduardo cuentan que era un hombre que conocía de medios de comunicación y que tuvo problemas con el desaparecido periodista desde un comienzo. Por esos años Ramos conducía un programa de interés general en la pantalla tucumana y tuvo como invitados a algunos políticos locales. Hubo un álgido debate que condujo a un altercado con golpes de puño por los pasillos donde se produce la primera amenaza de muerte: “Esto te va a costar muy caro”, anunció Sabino. Eduardo, días antes de desaparecer junto a su mujer, le confirmó a su padre que uno de los hombre de Domingo Bussi (gobernador de Tucumán tras el golpe del ´76) le pidió que lo acompañara a los lugares donde se desarrollaban los combates con las fuerzas del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo).
El cronista se trasladó y advirtió que se trataba de una suerte de montaje de “escena de combate” y finalmente se negó. El Cabo Sabino le diría por segunda vez: “Estas condenado”. El 1 de noviembre de 1976 Eduardo Ramos, el hombre que amaba su profesión hasta la exasperación, que tempranamente perdió a su madre y que escribía poemas a máquina, fue llevado violentamente desde su domicilio en Soldati 226. Unos meses antes ya había sido echado del canal junto a un grupo de compañeros entre los que estaba el artista plástico Gerardo Ramos Gucemas, por ese entonces escenógrafo.
La condena
Pero su familia coincide en que el hecho que terminó de condenar al periodista, fue el haber alojado por algunas horas a un militante llevado a su casa por su amiga Mory Sánchez, también desaparecida. Dicen los testimonios que Sánchez era integrante de Montoneros y que era vigilada desde hacía tiempo. Según confirman sus familiares, Eduardo tuvo miedo porque sabía lo que pasaba en nuestra provincia, y por eso finalmente el desconocido fue trasladado a otro sitio. “Montoneros –opina su amigo Heredia, aclarando que no simpatiza con la Derecha- fue perverso en su cúpula dirigente porque dejó a sus cuadros abandonados y que cada uno de ellos fuera a casas de gente con actitud solidiaria, progresistas que quedaron involucradas. Eduardo no tenía nada que ver con la Guerrilla”. Curiosamente, se supo después, que donde recibió asilo aquel muchacho que ahora vive en el sur de la provincia, quedó una estela de secuestros.
El día de la desaparición del periodista -15 días después de aquel incidente- hubo un asado con amigos en la casa de Eduardo. La mañana siguiente, un llamado anónimo dio cuenta de lo sucedido (“anoche ha habido un gran operativo, andaban los policías por toda la manzana”, decía la voz), y llegaron los familiares que se encontraron con la puerta abierta, restos del asado, lasa cosas revueltas y el saqueo. Se habían llevado, como era costumbre para las hienas, el único bien de valor: un Audinac (tocadiscos) con enormes parlantes en el que Eduardo escuchaba a Mercedes Sosa, Le Luthiers, rock y música clásica. No era un secreto que ya habían desaparecido también muchos hombres y mujeres relacionados con la cultura. Eran épocas de veredas limpias, cordones blancos, palmeras y miedo. Épocas en las que los hombres de botas prometían: “Caerán los que simpatizan y los que se les parecen”. Pedro, que siempre le daba una vuelta y hasta le había abierto una cuenta en un almacén, recuerda que veía a su Eduardito angustiado: “Pienso que no pensó, como muchos, que se llegara al extremo del genocidio como fue todo esto. Si yo sabía de esto, de sus temores, lo hubiera sacado del país”.
Como los Ramos, son miles los hogares que se agrietaron por los hechos más oscuros de nuestro país. De eso conoce el para siempre tembloroso corazón de Pedro: “Lo más perverso de todo esto es la destrucción de la familia. Y el dolor que voy a llevar es que se me haya negado la posibilidad de disfrutar de mis hijos”. Heredia asegura que Eduardo prisionero, “debe haber durado muy poco, porque los debe haber enfrentado de esa manera que enfrentaba la vida”. Cuando Eduardo Ramos subía por la pendiente de su vida, seguramente volvió a preguntarse: ¿ por qué este camino me hace correr?.
(*) Por el periodista Luciano Nuñez. Nota publicada en la revista Bajando Teclas, en su edición especial por los 30 años del golpe militar, impresa en marzo de 2006.

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